Mudarse a otro paÃs en medio de una crisis mundial es doble reto. Asà es como comenzó mi aventura. Esto lo escribà 10 dÃas antes de partir de Guatemala hacia Australia, para poder tener un récord de todas las lecciones que esta aventura me ha ido dando a lo largo del camino (de la incertidumbre, jaja).
Después de una
divertida y al mismo tiempo nostálgica conversación con unos familiares sobre
nuestros planes en esta nueva etapa (irnos a vivir y estudiar a otro paÃs), un
foquito dentro de mà se encendió y entendà cual era mi miedo real. HabÃa estado ya varios dÃas estresada y
ansiosa porque ya quedaban solo 10 dÃas para nuestra partida, y aún no
contábamos con nuestra visa.
El plan era:
irnos de Guatemala un 6 de marzo, y llegar a California donde nos despedirÃamos
de la familia de mi esposo, para luego salir camino a Australia un 9 de marzo
de 2020. El problema era que tenÃamos que empacar nuestra vida entera en 2
maletas sin tener todavÃa la certeza que serÃamos admitidos en Australia.
Esto me causaba terror.
Entonces ese dÃa
me di cuenta que mi miedo no era dejar mi casa, mis cosas y mi trabajo. Tampoco
era llegar a una tierra desconocida a buscar nuevo techo, trabajo, amistades,
etc.
Lo que me preocupaba era saber cuánto tiempo iba a estar en ese limbo, enfrentándome a mi misma sin nada de distracciones, sin planes ni metas definidas más que esperar la respuesta de la visa, viviendo solamente con el aquà y ahora. Éramos mi esposo y yo, solo con todas aquellas cosas que pudiéramos cargar con nuestras 2 manos y espalda a donde fuera que nos llevara el reloj.
HabÃamos vendido
todo, asà que ya no tenÃamos muchas pertenencias, solamente un plan. Pero si
ese plan fallaba, nos Ãbamos a quedar sin nada. Nos sentÃamos
desnudos, vulnerables y transparentes.
Entonces me di
cuenta, que lo que realmente aterra del cambio son los segundos, dÃas o años de
“desnudez”, en lo que dejas lo viejo, y lo nuevo logra tener el “éxito”
esperado.
Me recordé de
las serpientes. Cuando la serpiente necesita crecer, ésta cambia toda su piel
para que renazca una nueva. Si no se desprende de ella, no logra evolucionar.
“Cambiar de
piel” para nosotros implica muchas veces cambiar de trabajo, de pareja, de
intereses. Dejar la piel puede ser dejar una casa, dejar un paÃs.
Ojalá tomar
decisiones como cambiar de trabajo o de casa fueran tan fáciles como cambiar de
ropa. ¿Por qué nos cuesta a veces tanto aceptar los cambios, pero no nos cuesta
nada cambiar un suéter por otro? Es porque sabemos que la ropa no es parte de
nosotros, es solo un adorno, una herramienta para sentirnos más cálidos, más
cómodos.
Muchas veces
estamos más enamorados de nuestras cosas externas, es decir nuestra piel. Y
pensamos que nuestra piel somos nosotros. (TÃtulos, logros, propiedades,
empresas, trabajo, etc). Pero si pensamos que nosotros somos esa piel…
¿Entonces cuando la dejamos o la perdemos, quiénes somos? Es un miedo a
sentirnos desnudos y que no nos guste quienes somos.
Ya que muchas veces no nos
conocemos a nosotros mismos, a nuestro potencial, enfrentarnos con esa desnudez
y reinventarnos en base a esa desnudez, a esa esencia… eso es lo que nos
aterra. Porque si dejamos esas cosas atrás, pensamos que estamos dejando de ser
nosotros. Pero realmente no es asÃ.
Lo lindo de
reinventarnos es construir una nueva piel, más renovada, más elegante, sobre
nuestra ya esencia.
Entonces el miedo nace, de no saber quienes somos.
Ese es el verdadero miedo al cambio.
El antÃdoto: Para poder
evolucionar es necesario desprendernos de nuestra piel real y nuestra piel “mental”.
¿Qué hay debajo de todo eso? Debajo, existe un enorme potencial de
Re-invención.. es decir si Dios ya nos inventó, Él nos da todos los dÃas la
oportunidad de co-crear junto a Él, un nuevo invento. Él creó nuestra esencia,
y nos da todas las herramientas que nosotros elijamos para experimentarla en su
máximo potencial.
Darme cuenta de la raÃz del miedo, me dio la fuerza para superarlo y entender que saliera o no saliera la visa, lográramos llegar a nuestro destino o no, Ãbamos a estar bien.